Esta es la historia de Claude (él) y Dominique (ella), que se casan y tienen a Épicene (ella). Los paréntesis no son gratuitos: los tres nombres de los personajes de esta novela son, como su título lo indica, epicenos (pueden designar a personas de distinto género).
A partir de esta curiosidad casi anecdótica, Amèlie Nothomb nos lleva a una breve pero intensa historia de manipulación, venganza, obsesión e indiferencia disfrazada —como suele suceder— como una “historia de amor”. El matrimonio de Claude y Dominique está podrido desde su génesis y quien paga el precio es la hija de ambos, ignorada y despreciada por su progenitor desde el inicio mismo de su existencia.
Cuando Dominique abandonó la habitación, la niña se acordó de los benditos tiempos en los que pensaba que los padres no tenían ninguna importancia. ¡Qué equivocada estaba! Ahora la verdad se manifestaba en todo su horror. Un padre era la puerta de la existencia: si quieres entrar o salir tienes que conseguir tu cheque en blanco. Si el padre estaba podrido, la puerta estaba condenada.
«Tengo once años. Me quedan siete años en esta cárcel. ¿Cómo voy a soportarlo?».
A modo de respuesta, un intenso frío se apoderó de ella. Existe un pez llamado celacanto que tiene el poder de extinguirse durante años si su biotopo se vuelve demasiado hostil: se deja vencer por la muerte a la espera de las condiciones para su resurrección. Sin saberlo, Épicène recurrió a la estrategia del celacanto. Cometió aquel suicidio simbólico que consiste en quedar entre paréntesis. Aquel asesinato invisible es mucho más frecuente de lo que se pueda pensar. Al no identificarse como lo que es, en general se interpreta como un síntoma anticipado de la adolescencia.
Si bien no hay grandes sorpresas en la trama, el ritmo y la inteligencia con la que la autora acerca los distintos episodios hace que la lectura se disfrute en dos planos: el de los hechos en sí mismos y el de la maestría con la que son relatados.
Publicado originalmente en 25Siete
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