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«Distancia de rescate», de Samanta Schweblin



«Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería».

Distancia de rescate es un libro de unas 180 páginas, pero se engaña aquel que crea que eso lo hace un libro accesible. Al dar vuelta la última hoja, la narración queda resonando en la cabeza del lector por un equivalente a varios gruesos volúmenes.


Lo más llamativo de esta primera novela —o nouvelle o cuento largo o relato inclasificable— de la argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) es que más que una narración es una sensación.


Una sensación que mezcla incomodidad, estado de alerta, confusión, miedo de lo que nos rodea, de la tierra que pisamos, del agua que bebemos, de y por aquellos a quienes debemos cuidar.


La voz de Samanta Schweblin es una voz despojada, cruda, sin artificios. Distancia de rescate no es un libro accesible, no, pero sí uno necesario.


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