Exquisito
- Inés Nogueiras
- 14 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 5 días
Todos los domingos tomo un café y medio. La cafetera italiana que le regalé a mi padre gallego viene a la mesa familiar con la promesa de llenar seis pocillos. Los que tomamos café somos cinco, pero mi padre se sirve en una tacita diferente, un poco más grande, como un pocillo con esteroides. Usa ese porque se lo traje de Santiago de Compostela y él siempre usa todo lo que le regalo. Entonces, cuatro pocillos normales y uno XL se consumen a las risas, pero ese medio café restante espera en la cafetera a que yo lo tome. Porque siempre alguien lo toma. Porque en casa de mis padres nada se desperdicia. Eso se lo enseñó la pobreza de pueblo chico en la primera década de su vida, dice mi padre.
Mi padre también dice que el contexto es todo. Que hay vinos que son intomables, pero que si te los sirven en una noche inhóspita, en una reunión con gente querida, junto a un plato de guiso que te tira el vapor en la cara, mientras tu única preocupación de la noche es si te va a tocar el caracú, ese vino puede ser el manjar más exquisito. Mi padre usa palabras como inhóspito, manjar y exquisito. Marca mucho las eses cuando habla, detalle que descubrí a los 42 años cuando una amiga me preguntó si mi padre tenía acento. Le dije “yo no me doy cuenta, pero te mando un audio y vos me decís”. En el audio mi padre decía “me compré una motosierra” y mi amiga me respondió “¡pero mirá cómo dice motoshierra!” y ahí fue la primera vez que lo escuché de verdad.
Es como si mis oídos hubieran tenido todo este tiempo una cera que filtraba la voz de mi padre. Esa voz que es mi paisaje hace 42 años de repente me revelaba su extranjería. Así que ahora mi padre suena diferente cuando dice contexto, inhóspito, exquisito, motoshierra. Cuando me mira por encima de la cafetera y me dice “tomalo antes de que se enfríe”. Y yo sorbo ese medio pocillo de café que ya no está caliente, que me da pereza endulzar, que no me va a ayudar a ganar ninguna batalla, y entiendo que el contexto es todo. Y es un manjar exquisito.
*Este texto fue producto del Taller Credo, en su edición "Café y escritura" en Bar Cardenal.
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