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Hoy te presentamos: Romina Di Bartolomeo


Romina es una modelo uruguaya comprometida con visibilizar a la cultura afro, tanto en su profesión como en su vida cotidiana. Tiempo atrás posó para una producción muy power inspirada en sus raíces africanas. En esta nota te mostramos esas hermosas fotos y hablamos con ella para que la puedas conocer un poco más.


Romina tiene 26 años y es modelo desde los 14. Ha participado en desfiles, comerciales y videoclips, en Uruguay y para el exterior. Desde su lugar como modelo —un mundo de mucha presión por la imagen y de mucha exposición— decidió empezar a generar conciencia sobre la discriminación racial y sobre la invisibilización de la raza negra en nuestro país.


Así fue como decidió participar de una producción fotográfica inspirada en sus raíces y lo hizo “por amor al arte”: no como un trabajo pago, sino como una forma de hacer algo copado y a la vez llamativo para poner sobre la mesa la realidad afro. Colaboraron en la sesión el fotógrafo Álvaro Gargiulo, la maquilladora Virginia Vera y los estilistas Gonzalo Guigou y Nacho Sarube. El resultado fue hermoso y terminó siendo publicado en Afropunk, una reconocida web estadounidense. Con la excusa de las fotos, que podés ver en esta nota, hablamos con Romina sobre esto y mucho más. ¡Conocela!


¿Cómo surgió el concepto de las fotos?

Fuimos buscando referencias, más que nada de tribus que tienen un maquillaje más rupestre (para lograr esa estética, en la producción usamos engrudo). Queríamos jugar con eso más rústico y con la parte más glamurosa que tienen los africanos. No es que hayamos hecho una investigación de las tribus, pero tratamos de hacerlo con sentido, sin faltar el respeto. Ese era uno de los miedos, pero yo dije: “acá nadie va a faltar el respeto, porque yo soy negra”. Esto hubiera sido terrible si hubieran usado una modelo blanca, pero no fue el caso.


Los negros, sobre todo las mujeres, somos personas muy coquetas. Venimos de una cultura en la que eso es muy importante, porque la mujer negra nunca pudo ser coqueta de la forma que quiso. Como reacción a todas las formas de ocultar cuán negro sos (el laciado, los turbantes) surge la coquetería. Entonces, capaz que tengo que laciar mi pelo, pero me supermaquillo. Uruguay no es el mejor ejemplo, porque acá pesa mucho la necesidad del negro de invisibilizarse y amoldarse, pero si cruzás a Brasil o ves a las inmigrantes dominicanas, cubanas, notás que eso es primordial.


¿Qué les pareció el resultado de las fotos?

Quedamos sorprendidos. Las hicimos sin cobrar un peso, en un cuartito, fue muy relajado… y el producto final fue muy bueno. Ahí surgió la idea de mandarlas a Afropunk, que es una web que surge de un festival estadounidense de artistas exclusivamente afro. Es un festival musical en el que también lo estético es muy importante, la gente se lookea impresionante para ir. Ahí es como que sos negro libremente, digamos. La fiesta también tiene un discurso reivindicativo sobre la cultura afro, un nivel de compromiso con la negritud en todo el mundo. Entonces nos comunicamos con ellos por mail y respondieron en muy pocas horas que sí, que querían publicar las fotos.


¿Cuál fue la repercusión?

Fue importante que nos publicara Afropunk porque para cualquier colectivo afro el movimiento en Estados Unidos siempre es una referencia. Más allá de que siempre hay que valorar lo local, en nuestro caso una Chabela Ramírez, una Rosa Luna… A veces miramos mucho hacia afuera y nos olvidamos de que es un contexto diferente. Las formas de lucha son distintas y lo que se reclama es distinto, más allá de que la base es la igualdad entre negros y blancos.


Después de que salieron las fotos estuvo buenísimo, porque me empezaron a seguir muchísimas personas en las redes. Más allá de que una busca tener más seguidores por su trabajo (porque a mí Instagram, por ejemplo, me ha dado trabajos como modelo), lo que más me gustó es que me empezó a seguir mucha gente negra. En una lucha tan invisibilizada como es el racismo, es importante. Es como que siento que no estoy sola.


Una vez que hacés la deconstrucción de que sos negro, te empezás a sentir resolo. Una cosa es decir “soy negra” como quien dice “soy alta”, otra cosa es posicionarte políticamente en qué es lo que significa ser negra. En mi caso, mi entorno siempre fue blanco… ahora ya no, pero porque lo busqué, lo construí.


Recién decías que en Uruguay los negros tenían que “amoldarse” y se invisibilizaban. ¿Sentís que tuviste que modificar cosas de vos misma por esa razón?

Hubo algunas cosas que sí tuve que reprimir. Lo primero, que a cualquier mujer negra le pasa, es el pelo, que el hombre lo supera rapándose, pero acá para la mujer es complicado andar pelada. Tengo una vecina que anda pelada, pero eso es como estar muy sarpada, porque es la imagen más africana que podés ver. La mujer negra pelada es una estética muy africana y muy identitaria. Recién hace pocos años empezamos a ver mujeres con sus afros, pero en general al tener tu pelo así estás expuesto a las burlas, a que la gente piense que no te lavás, a no conseguir trabajo. ¡Y es nuestro pelo real, no tiene nada, es pelo!


Otro tema es el del candombe y la plena. Vivo en una familia muy relacionada al candombe y antes era algo solo de los negros, ahora todo el mundo va a ver candombe, candombe fusión. A veces siento que se bastardea un poco la cosa. Vas a los tambores y ves gente sacando fotos, mirando de afuera… ¿venís a sacarnos fotos o a bailar? Los tambores son un espacio participativo. Sacan la foto y después se van.


Yo soy del Buceo, un barrio candombero y plenero. Me gusta mucha música, pero eso forma parte de mi vida, era la forma que teníamos para divertirnos. Es lo que tuvimos siempre como expresión, como herramienta, lo único que se nos dio para hacer, y fue una forma de resistencia: la música, el baile, el canto. Y en algunos círculos está mal visto que te guste la plena, pero ahora por ejemplo está de moda la cumbia cheta.


Hay una hipocresía muy grande… A medida que fui creciendo me empecé a dar cuenta de que todo lo que está relacionado a nosotros parece que fuera malo, hasta que viene otro y lo usa como divertido o como algo llamativo y deja de ser malo. Pero ya no es lo mismo.


Un tema relacionado a eso es el de la apropiación cultural, que vos criticaste muchas veces en tus redes. ¿Cómo lo explicarías para nuestras lectoras?

La apropiación cultural es cuando un colectivo no oprimido usa algo típico de un colectivo oprimido sin incluirlo. Voy a poner un ejemplo del mundo de la moda, que es el que yo conozco y que más hace uso de eso. Una marca dice: “para la próxima colección nos vamos a inspirar en la cultura afrocolombiana”, entonces hacen una campaña en la que las estampas, los peinados, los looks son referidos a esa cultura, pero todas las modelos son blancas, todos los que participaron de ese proceso creativo son blancos. Entonces, el mensaje que estás dando de esa forma es: “a mí me queda mejor que a vos”.


Hace poco critiqué una nota sobre apropiación cultural porque era una cosa muy tibia, que en realidad decía como que no era tan malo, que la cultura había que compartirla y que así somos todos felices. Cuando fui a ver quién la escribía… era una mujer, profesional, blanca. Y cuando hice un comentario negativo, alguien me saltó a decir: “¿vos quién sos para desautorizarla?”. ¡Yo soy esto! [Se toca la piel].


Es por lo que me reconocen, es por lo que me desautorizan, es por lo que me discriminan y a veces también es por lo que me halagan, por ser negra. Y sí, estoy en todo el derecho de desautorizar a una persona que me habla de apropiación cultural siendo blanca: no le estás dando opinión a la persona del colectivo oprimido. A una persona blanca claro que le parece lindo: me hago trenzas y estoy empatizando con otras culturas.


¿Creés que en nuestro país no hay conciencia sobre la discriminación racial?

En Uruguay es un tema que todavía no está asentado, no está problematizado más que por nosotros (que somos los que tenemos que hacerlo). No se habla de este tema en la televisión. Las figuras púbicas afro no hablan del tema. Hay una represión muy grande. Por ejemplo, el otro día leí una entrevista a uno de los hijos de Rada, a quien le preguntaron sobre el tema y dijo algo como: “no voy a hablar de eso porque trae polémica”. Imaginate que el día de mañana un jugador de fútbol negro salga a hablar de este tema.


Así como no hay una sola mujer que no haya sufrido alguna situación de violencia por parte de un hombre, no hay una persona negra que no haya vivido al menos una situación de racismo, y eso ya es suficiente para poner el tema sobre la mesa.


Publicado originalmente en Harta


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