Además de acción política, el feminismo es una construcción teórica y en este plano de las ideas han surgido distintas formas de ver y pensar colectivamente sobre la realidad de las mujeres en la sociedad, las causas y consecuencias de su situación y sobre cómo resolver los problemas que enfrentamos: los grandes problemas del mundo y los de todos los días.
En esta nota queremos empezar por una definición muy básica de dos grandes corrientes del feminismo, que seguro habrás leído o escuchado, para que puedas ir acercándote a estas nociones que no siempre son fáciles de abordar: el feminismo liberal y el feminismo radical.
¿Qué es el feminismo liberal?
El nacimiento del feminismo liberal fue motivado por un cuestionamiento del lugar de las mujeres en la vida pública: su participación política —la lucha por el derecho al sufragio fue el mayor ejemplo— y el acceso sin restricciones al mundo del trabajo.
En sus inicios, el feminismo liberal estuvo integrado por mujeres de clase media y alta, que eran las que tenían recursos económicos y acceso a educación que les permitiera conocer las discusiones teóricas de la época y reflexionar sobre el papel de las mujeres en la sociedad.
Esta corriente centró sus reclamos en todo lo relacionado a la ciudadanía e igualdad femenina, exigiendo los mismos derechos de los que gozaban los varones. En los años sesenta del siglo XX el feminismo liberal tuvo un nuevo impulso, principalmente en Estados Unidos, de la mano de Betty Friedan y la Organización Nacional para Mujeres (NOW, por sus siglas en inglés).
Al feminismo liberal se lo ha llamado también “reformista” porque sus propuestas eran, en definitiva, reformas del sistema existente para garantizar la igualdad entre ambos géneros. Por eso se centraron en el reclamo de la inclusión de la mujer en el mercado laboral, en la esfera política y en el mundo de la cultura, pero no proponían nuevos órdenes sociales, políticos o económicos, como sí lo hicieron otras corrientes.
¿Qué es el feminismo radical?
El feminismo radical surgió también en los años 60-70 del siglo pasado y se valió de este adjetivo porque su significado refiere a “la raíz”. Y lo que se propone justamente el feminismo radical es encontrar la raíz o el origen de la situación de dominación y explotación en la que viven las mujeres.
Para esta corriente la mayor contradicción social se relaciona con el sexo y considera que el patriarcado oprime a las mujeres principalmente en los aspectos sexuales y reproductivos. En los 70, la feminista radical Shulamith Firestone escribió La dialéctica del sexo, donde establece que las mujeres constituyen una “clase social” pero no entendida como una categoría que surge de diferencias económicas, sino de la realidad biológica: ”el hombre y la mujer fueron creados diferentes y recibieron privilegios desiguales».
Dentro de esta corriente se encuentra el concepto de “feminismo de la diferencia”, que implica que las mujeres sí deben tener iguales oportunidades que los varones, pero no ser “iguales” a los varones. Este concepto propone una revalorización de lo femenino, de lo corporal, de la maternidad.
Se trata de una corriente que no busca cambios dentro del modelo actual de sociedad, sino la construcción de otro tipo de orden social sin jerarquías ni relaciones de poder, porque estas se consideran propias del patriarcado y de una visión masculina del orden mundial.
De corrientes e ideas propias
Este fue un primer acercamiento a dos corrientes que tienen muchas más características y complejidades. Te invitamos a profundizar tu conocimiento sobre estas y otras corrientes de este movimiento tan rico y diverso como el feminismo: entender sus orígenes, sus reclamos y también sus contradicciones.
Así podrás hacer tu propio camino en la militancia y tener bases sobre las que construir tu mirada, tus posturas y tus expectativas sobre mejores mundos posibles. Recordá que este camino es colectivo y que ¡juntas somos poderosas!
Publicado originalmente en Harta Ilustrado por Flor Maure
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