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Silencio, ha muerto un poeta



Esto no es una nota periodística. Si lo fuera, debería comenzar dando algunos datos básicos sobre su protagonista. Diciendo, por ejemplo, que el músico y compositor argentino Gabo Ferro murió a los 54 años el pasado 8 de octubre en la ciudad de Buenos Aires. Que su muerte coincidió —día más, día menos— con el primer aniversario del lanzamiento de su último disco, Su reflejo es el lobo del hombre.


Esta nota debería nombrar sus orígenes, intentar describir su personalísimo estilo, repasar algunos de sus mejores discos. Quizás, podría comentar que su último concierto en Montevideo fue cancelado y sus últimas canciones se perdieron la oportunidad de resonar en las paredes de la sala Hugo Balzo y en el pecho de quienes añoraban asistir.


Pero esto no es una nota periodística. Así que esta nota va a decir que Gabo Ferro le cantó al amor con todo su cuerpo. Con una voz única que para muchos sonaba extraña e inaccesible, pero para otros era una voz hipnótica y poderosa. Una voz capaz de ir del susurro a la estridencia en un solo latido.


Esta nota va a decir que Gabo cantó con una sensibilidad capaz de elaborar versos que se hacen carne en los oídos de quienes le han abierto su corazón. Que es muy difícil elegir un puñado de esos versos como muestra, pero que va a intentarlo con estos:


Vamos, alegría que hoy soy todo tuyo y vos sos toda mía. Vamos, felicidad dejá caer al menos dos o tres perlas blancas en la herida, que se confunda el nácar con la sangre y la saliva. Vamos, oscuridad dejate a los colores, dejame que te corra las cortinas, que si la luz te enciende y lo ilumina, las cosas que no importan se marchitan y caen hechas semillas que no prenden ni germinan.

Esta nota también va a decir que en la incertidumbre de la pandemia Gabo nos salvó con sus espontáneos conciertos en Instagram. Con abrazos en forma de canciones que rompían las barreras del confinamiento. Esta nota va a decir que Gabo siempre respondía a todos los mensajes. Que tenía la sonrisa más contagiosa del mundo.

Esta nota va a decir que se ha muerto un poeta. Que pleguemos el atril, que ya no va a volver. Que tendremos para siempre una deuda del bien. Que hay hombres para ser hombres nomás, y hay hombres para ser arte.




Publicado originalmente en 25Siete.

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